En enero del año 2009, aquellos que contemplamos estupefactos las noticias del vuelo 1549 de Us Air aterrizando (acuatizando) en el río Hudson, jamás creímos que volveríamos a ver una hazaña de tal envergadura. Resultaba impresionante que la aeronave no se hubiera partido, pero además, que no hubiera víctimas mortales que lamentar.
La Divina Providencia había ayudado a que el capitán Sullenberger y su tripulación actuarán con la máxima pericia y aplicación de protocolos de emergencia lo cual, junto con el heroísmo mostrado por quienes acudieron al rescate de los afectados, contribuyeron a tan feliz desenlace.
Fue recientemente, en agosto del 2019, que pudimos ver como un nuevo aterrizaje de emergencia, esta vez en un campo de maíz en Rusia, se llevaba a cabo en circunstancias muy similares y también sin pérdida humanas que lamentar.
Se trataba de otro Airbus, un vuelo de Ural Airlines que había sufrido el impacto de una bandada de aves y que al igual que su antecesor en el Aeropuerto Laguardia en Nueva York, había perdido la potencia de sus motores en la fase más crítica de despegue y ascenso inicial.
Haciendo a un lado el notable y ejemplar desenvolvimiento de las tripulaciones involucradas, no cabe duda que la proliferación de aves silvestres en las zonas aeroportuarias sigue siendo un peligro inmenso hasta el día de hoy.
Las estadísticas demuestran que los costos económicos de tener impacto de aves en las aeronaves son un asunto que excede los 1.2 billones de dólares anuales en reparaciones, seguros, tiempos en tierra etc..
Todavía más preocupante el factor de la seguridad aeronáutica, cuando la misma estadística que dicho impacto se da el 40% de las veces en la delicada área de los motores, mientras que otro 40% se da en el área del morro, radomo y parabrisas de las aeronaves.
Es así como ha surgido la necesidad de implementar medidas que alejen, reduzcan o eliminen un problema de tal magnitud en las zonas más críticas de despegue y aterrizaje de aeronaves.
Entre las medidas más activas que podemos mencionar están pirotécnicos, el rifle sanitario, el cañón de gas, los venenos químicos (para casos de plagas) , los border collie (perros entrenados) y la medida más eficiente y amigable con la naturaleza, la cetrería, que consiste en aves rapaces entrenadas, que alejan a las bandadas de aves migratorias y en general.
Este último sistema se está poniendo en práctica con eficacia y fuerte aceptación en múltiples aeropuertos alrededor del mundo.
Las medidas de mitigación pasivas, tienen un efecto más permanente en la flora y fauna pero con un carácter de permanencia mayor.
Tal es el caso del control de áreas verdes, con cortes de césped continuos y profundos, la eliminación de semillas en las zonas de radioayudas y aproximación, disposición de residuos, remoción de todo material orgánico, espejos de agua (control de actividad biológica en acumulaciones no permanentes de agua, trampas, etc.
Ineludiblemente, las autoridades que rigen la aviación civil deberán implementar medidas cada vez mayores y mejores , en conjunto con los científicos y estudiosos del comportamiento de las aves, a fin de promover la coexistencia pacífica y segura de las especies y el ser humano.
Hasta la próxima amigos y amigas !
Cap: José Romero
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